Si algo define a Andalucía en lo que a su ocio se refiere es el “tapeo”, es decir, el acto de comer en pequeñas cantidades para no limitarse al sabor de un solo plato. Y es que en el sur somos así. Preferimos disfrutar de lo bueno en raciones, para pedir una cerveza fría entre una y otra, para que la conversación se alargue. Porque si para algo sirven las tapas, aparte de para despertarnos los sentidos, es para ponernos al día con ese amigo al que no ves desde hace meses. ¿Quién no ha usado el “tapeo” como excusa para disculparse o enamorarse? Desde ese momento, cada vez que pasas por ese bar de tapas caseras de tu barrio, se te cuela el olor de esa croqueta con jamón que compartisteis entre cuatro (porque tenía una pinta exquisita); y la comida adquiere un carácter más íntimo, mucho más personal.
Lo bueno de tapear es que no es exclusivo de unos pocos afortunados, e incluso a ese primo al que entre risas llamáis “agarrao” le encantará acompañaros. Y si se queja invitas tú, porque en estos sitios puedes arriesgarte a quedar bien con los tuyos sin que te duela el bolsillo. Todo sea por volver a degustar esa última que te robó el corazón o probar esa otra que hizo que te quedaras con ganas, y descubrir, una vez más, que lo bueno y lo barato aquí se dan de la mano (¡y de qué forma!).
